Una vez en la Tierra, el principito quedó sorprendido al no ver a nadie. Pensaba para sí haberse equivocado de planeta cuando de pronto, fue sorprendido por un anillo color de luna que se revolvía en la arena.
-Buenas noches-dijo el principito.
-Buenas noches-contestó la serpiente.
-¿Puedes decirme en qué planeta me encuentro?-interrogó el principito.
-En la Tierra, exactamente en África-respondió amablemente la serpiente.
-¡Ah!... ¿Está despoblado el planeta?
-Ocurre que has caído justo en el desierto. Es común que en los desiertos no haya nadie. Pero, la Tierra es grande...-dijo la serpiente.
Sentándose sobre una piedra, el principito levantó su mirada hacia el cielo:
-Me pregunto -dijo- si las estrellas están encendidas a fin de que cada uno pueda encontrar la suya algún día. Mira mi planeta. Está justo sobre nosotros... Pero, ¡qué lejos está...!
-¡Qué hermoso es!-exclamó la serpiente-, ¿qué haces por aquí?
-Estoy algo enfadado con una flor-dijo el principito.
-¡Ah!, comprendo...-dijo la serpiente.
Y se quedaron en silencio.
-¿Dónde están los hombres?-quiso averiguar el principito- Se está un poco solo en el desierto...
-Con los hombres también se está solo -dijo la serpiente.
Después de mirar largo tiempo a la serpiente:
-Eres un animal raro-dijo el principito. Delgado como un dedo...
-Pero soy más poderoso que el dedo de un rey-respondió con cierto orgullo la serpiente.
-No eres muy poderoso...Ni siquiera tienes patas...., no puedes viajar...
-Puedo llevarte más lejos que un navío-agregó sorprendiendo al principito, mientras se enroscaba alrededor de su tobillo.
-A quien toco, lo vuelvo a la tierra de donde salió. Pero tú pareces diferente..., eres puro y vienes de una estrella...
El principito nada decía.
-Me das lástima, tú, tan débil, sobre esta tierra de granito. Puedo ayudarte si algún día extrañas demasiado a tu planeta. Puedo....
-¡Oh! ¡Claro que sí! Te he comprendido muy bien-dijo el principito- Sólo una cosa... ¿por qué hablas siempre con enigmas?
-Yo los resuelvo todos-contestó presurosa la serpiente.
Y se quedaron en silencio.
El principito atravesó el desierto y no encontró más que una flor. Apenas si tenía tres pétalos...
-Buenos días-saludó cortesmente el principito.
-Buenos días-contestó la flor.
-¿Dónde están los hombres?-preguntó el principito.
Alguna vez la flor había visto pasar una caravana..., una en toda su vida.
-¿Los hombres? Creo que existen seis o siete. Los he visto hace muchos años y nunca se sabe donde encontrarlos. El viento los lleva. No tienen raíces. Les molesta mucho no tenerlas.
-Adiós-dijo el principito.
-Adiós-dijo la flor.
El principito subió a una alta montaña. Las únicas montañas que había conocido eran los tres volcanes que le llegaban a la rodilla. El volcán apagado lo utilizaba como taburete.
Se dijo: "Desde una montaña tan alta como ésta, seguro que veré de un sólo golpe el planeta con todos sus habitantes..." Sólo vio puntas de rocas bien afiladas.
-Buenos días-dijo al azar el principito.
-Buenos días... Buenos días... Buenos días...-respondió el eco.
-¡Quién eres?-preguntó interesado el principito.
-Quién eres... quién eres... quién eres...-respondió el eco.
-Sed mis amigos... estoy solo-dijo el principito.
-Estoy solo... estoy solo... estoy solo-prosiguió el eco.
¡Qué planeta tan raro!-pensó para sí el principito- Es seco, puntiagudo y salado. Los hombres no tienen imaginación. repiten y repiten todo lo que escuchan... En mi casa tenía una flor y siempre era la primera en hablar...
Pero sucedió que el principito, habiendo caminado largo tiempo a través de arenas, de rocas y de nieves, descubrió al fin una ruta. Y todas las rutas van hacia la morada de los hombres.
-Buenos días-esbozó el principito.
Era un jardín lleno de rosas.
-Buenos días-respondieron al saludo las rosas.
El principito las observó detenidamente..., todas eran semejantes a su flor.
-¿Quiénes sois?-preguntó sorprendido el principito.
-Somos rosas-contestaron las rosas.
-¡Ah!-exclamó el principito.
Y se sintió muy desdichado. Su flor le había contado que era la única de su especie en el universo. Y he aquí que había cinco mil, todas semejantes, en un solo jardín.
"Se sentiría seguramente avergonzada si viera esto, se dijo; tosería un buen rato y simularía morir a fin de evitar el ridículo. Yo debería aparentar protegerla, pues para humillarme aún más, llegaría hasta el extremo de dejarse morir..."
Luego, se dijo aún:"Me creía rico al poseer una flor única en su especie, y no se trata más que de un ejemplar ordinario. La rosa y mis tres volcanes que no pasan de mis rodillas, de los cuales uno está apagado para siempre. Verdaderamente, no soy un gran príncipe...". Y tendido sobre la hierba, lloró.
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